Sin duda es uno de los signos de
identidad de las mujeres calientes. Yo siempre he tenido algunos complejos con
mi cuerpo y nunca he sido muy proclive a mostrarlo. Sin embargo, ahora
pienso diferente y tengo claro que vestir sexy (pero elegante) es un arma que
tenemos las mujeres y debemos explotar mucho más.
Ha sido un proceso largo que
comenzó cambiando las braguitas por tangas y ahora minitangas. Incorporando
lencería sensual en mi vestuario y sintiéndome cómoda con ella. Los vestidos
ajustados y que marquen bien las curvas del cuerpo, las transparencias en
blusas, minifaldas, zapatos de tacón, botas altas, jerseys escotados…… han ido
entrando en mi armario desde hace tres años y cada día me gustan más.
Me encanta cuanto tengo alguna
reunión de trabajo con hombres y me pongo algo insinuante. Sus miradas fugaces
me gustan, al igual que el cierto nerviosismo que se nota en sus miradas. Más
de una vez en la calle me dicen piropos y más de uno se ha dado con una farola
o ha tenido un traspié. No penséis que soy una modelo de pasarela, pero he
descubierto que cada mujer tiene un poder erótico y sexual sobre los hombres,
sólo se trata de descubrir la manera de aflorarlo.
Me gusta cuando tengo una cita
con alguno de mis machos y se les salen los ojos al verme llegar con algo de ropa
sugerente. Se les nota el deseo en los ojos y la entrepierna. Me encanta esa
sensación que provoco en ellos.
Pero lo que más disfruto de esta
nueva forma de vestir, es cuando me pongo algo por la mañana o al salir a cenar
y veo los ojos de excitación de mi
marido. Pienso que es una suerte que después de tantos años juntos, siga
existiendo esa chispa de excitación entre nosotros y que se ponga “como una
moto” al verme con mi ropita sexy.